Bueno será que, de vez en cuando, nos remontemos algo en el tiempo y hablemos de discos legendarios como este que hoy nos ocupa.
Tindersticks es una de las bandas más respetadas, profundas y emocionales que se han podido escuchar en los últimos años. Podemos empezar diciendo de ellos que su estilo no es fresco, directo, alegre o fácilmente digerible. Es muy particular y he de confesar que a mí me costó entrar en su universo, lo cual he hecho de la mano de este disco impresionante llamado Curtains. Ahora, me cuestiono si este no será uno de los mejores discos de la historia...
Sus melodías son densas y tortuosas y, con la voz del cantante Stuart Staples, sumergen al oyente en un universo de inagotable evocación y sensibilidad. Su música es intensa, elegante y los arreglos están muy trabajados, realmente impresionantes, sobrecogedores en ocasiones. Se necesita realizar un ejercicio de asociación entre la música y la voz, que es un instrumento más, pero en este caso no es una voz melodiosa al uso, sino que más bien trata de ensalzar la línea de graves de la melodía. Cuando asimilas esto, se crea tu cerebro esta simbiosis y te parece imposible que otra voz o de otra forma se pudiera interpretar la música de esta carismática banda.
Tindersticks han navegado desde la melodía más pura, desnuda y contundente, hasta coqueteos con el jazz, la estridencia, el soul y el funk. Para mí, Curtains (1997), su tercer disco, es el punto justo de madurez de la banda. No tan oscuro y crudo como los dos primeros (Tindersticks I y II), deja pasar más la luz del soul y del sol, se torna más luminoso sin perder un ápice de intensidad.
A finales de abril, y después de 5 años, editan un nuevo disco, "The Hungry Saw", al que habrá que permanecer muy atentos...
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